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Santos y Difuntos

 

El mes de noviembre está marcado por la fiesta de Todos los Santos y la conmemoración de todos los Fieles Difuntos. Dos perspectivas que iluminan nuestro caminar hacia el final del año litúrgico, con la solemnidad de Cristo Rey del Universo.

El reinado de Cristo tiene como estilo de vida las bienaventuranzas, que nos llevan a identificarnos y abrazarnos a la Cruz, su auténtico trono; en él está clavado con el pecado del mundo que incluye también mi pecado personal. En el trono del Calvario se da el abandono total del Hijo en los brazos de su Padre. Así, con su vida entregada, haciendo el bien a todo el que se lo pedía y le abría el corazón, nos enseñaba el camino a recorrer hasta el momento en que dejamos la vida terrena para presentarnos a nuestro Creador. 

Los Santos supieron encontrar el camino hacia la vida eterna, siguiendo a Cristo, el Hijo de Dios, hecho carne de nuestra carne, para que nuestra débil carne humana pudiese llegar a la eternidad. Por donde pasaron trataron de hacer el bien, dejando el buen olor de Cristo en sus actos y palabras.

Y los Fieles Difuntos nos hacen recordar la fragilidad de la vida y su final, tarde o temprano. La Iglesia nos invita a la oración y sufragios por todas las personas difuntas que el Señor puso en nuestro camino y dejaron en nosotros la huella de su amor. Por eso es justo recordarlos y rezar por ellos, dando gracias a Dios por el don de su vida y para que reciban el perdón de sus pecados y el premio de todas sus buenas acciones.

El final del Año Litúrgico nos invita a considerar las postrimerías del hombre: muerte, juicio, cielo o infierno. De esta manera nos invita a pensar cómo estamos viviendo la vida que se nos ha concedido, haciendo un buen examen de conciencia. 

Con estas consideraciones nos hacemos conscientes de la unión e interacción entre la Iglesia triunfante, purgante y militante. Es decir, que los santos nos ayuden e intercedan por nosotros; que nuestros difuntos, por nuestras oraciones, recuerdo y sacrificios, puedan gozar de la vida eterna; y que nosotros, los que aún vivimos en este mundo, sepamos, con Cristo y por Cristo, sembrar el reino de Dios con nuestros hechos y palabras.

Francisco Prieto Rodríguez, pbro. 

Párroco.

 

Editorial Noviembre 2022

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