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Armonía en la diversidad
San Ignacio de Antioquía fue conducido de Siria a Roma en tiempos del emperador Trajano y despedazado por las fieras en el anfiteatro en el año 110. Escribía: “Cuando el cristianismo es odiado por el mundo, la hazaña que le cumple realizar no es mostrar elocuencia, sino grandeza de alma”.
A todo ser humano le esperan trabajos, dificultades y sufrimientos, y hay que tomarlos con buen ánimo y voluntad. Quien es fuerte infunde ánimo y coraje en los demás.
Delante de las contradicciones de la vida, debemos permanecer firmes en la fe recibida, sabiendo aguantar los embates que pretenden destruir la conciencia y dignidad de la persona. En esos momentos debemos imitar al yunque. El herrero sabe muy bien que el hierro no recibe la forma de los golpes del martillo, sino que la forma la recibe del yunque que aguanta. Solo es preciso que el yunque resista con firmeza los golpes. El yunque siempre vencerá al martillo.
Afirmar que estoy hecho a imagen de Dios es afirmar que el amor es la razón de mi existencia. El amor es mi verdadera identidad. La abnegación es mi verdadero yo. Pero no preguntes cómo definir el amor de Dios; pregunta cómo recibirlo. No preguntes cómo explicar el amor de Dios; pregunta cómo experimentarlo. No preguntes cómo entender el amor de Dios; pregunta cómo ser transformado por él. El amor se ha de poner más en las obras que en las palabras.
Con la verdad en nuestras vidas, suavizamos las angustias de la duda y facilitamos los caminos de la comunicación; allanamos los senderos de la fe y nos manifestamos tal como somos. Con la fe y el amor, la esperanza es la luz que brilla en la complejidad de nuestro mundo. Para el creyente el horizonte último y definitivo de la esperanza es el Dios misericordioso y fiel que nunca falla.
La fe en Jesucristo, vivida en la diversidad de carismas y tiempos, nos ilumina cómo cada uno de nosotros hemos de concretar, en nuestro espacio y tiempo, el amor de Dios recibido.
Francisco Prieto Rodríguez, pbro.
Párroco.
Editorial Octubre 2023