Artesanos de la armonía

 

Ser artesanos de la armonía, es una buena definición de lo que ha de ser la vida cristiana. Trabajar poco a poco las virtudes, en silencio, sin espectacularidades. Desconfiando de las “fórmulas mágicas pastorales” que, como la espuma, suben y bajan, pero que dejan una insatisfacción permanente que no deja madurar la vida cristiana en su cotidianidad.

No hay fórmulas secretas para estudiar, formar una familia, vivir cristianamente o conseguir la excelencia en un deporte. Solo es necesario invertir tiempo, dedicación, esfuerzo, fidelidad y perseverancia para conseguir el objetivo perseguido. Y esto es lo que no se quiere hacer, buscando “atajos” que nos eviten implicarnos totalmente y nos eviten la disciplina, el sacrificio, la honestidad y la pasión por definir lo que queremos y pagar el precio que conlleva. 

Estamos en un mundo en que lo queremos todo. Certificados, pero sin estudio ni esfuerzo; tener una familia pero que esté a mi servicio y capricho; apasionados por los deportes, pero que otros los practiquen y nosotros ya los valoraremos; queremos que Dios nos ayude pero la vida nos la organizamos como nos convenga… Y así un largo etcétera, que hace que se busquen las fórmulas mágicas que nos eviten la rutina, el esfuerzo escondido y la fidelidad para conseguir aquello que deseamos. 

Estamos demasiado acostumbrados a consumir; necesitamos constantemente la novedad, incluso en las cosas santas de Dios. Espanta solo pensar en aburrirse. Y el resultado es la insatisfacción permanente.

Sin embargo, Dios no se cansa de ofrecernos el tesoro escondido de la felicidad que no está en las cosas, sino en Dios y en el corazón de cada persona. Ser feliz tal como eres y con las circunstancias que a cada uno le ha dado el Señor. No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita.

Este es el don que nos ofrece la vida cristiana y que ahora, en este tiempo de gracia y conversión, nos ofrece la Cuaresma. Ir a lo esencial. Implicarnos en poner los medios para ser felices, desterrando lo malo que hay en nuestra vida. Y, como un buen artesano, invertir en nuestro empeño por ser buenos católicos, tiempo, esfuerzo, sacrificio, oración, fidelidad y constancia en tratar de ser buenas personas y buenos hijos de Dios.

 

Francisco Prieto Rodríguez, pbro. 

Párroco.

 

Editorial Febrero 2023

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