¿Educación sexual o educación integral?
De tanto en tanto surgen voces, ante actos de violencia sexual protagonizados por mayores y menores, que se ha de reforzar la educación sexual.
No olvidemos que desde la nueva era democrática en nuestro país, la asignatura moderna es la educación sexual en las aulas. Por tanto, son muchos años hablando de sexualidad y poniendo al alcance de los más jóvenes una variedad de informaciones que, por lo que se está viendo, no han calado mucho en las conductas. Las relaciones interpersonales son difíciles. Las parejas no logran una duración donde, además de la novedad y el sexo, tenga cabida la ayuda mutua y el apoyarse en el proyecto de vida que, sin duda con ilusión, se empezó un día.
Tenemos una suficiente trayectoria para poder opinar. Una educación puramente sexual, desconectada de los valores personales que son fundamentales para la convivencia, llevan a la frustración y al sufrimiento de muchas personas, incluidos los más débiles, que son los hijos, si se han dado.
Educar, es educar la integridad de la persona con sus derechos y deberes. Hay impulsos, pero hay también raciocinio. Hay deseos, pero hay también voluntad para valorarlos y seleccionarlos. Se dan emociones, pero también debemos tener una ética que las conduzcan y sitúen.
La pulsión sexual se ha de integrar en la maduración de toda la persona aplicando, en todo momento y situaciones, las palabras de Jesús: “Trata a los demás como tú quieres ser tratado.”
Mientras no valoremos a la persona en su integridad, de la que no podemos separar los ideales, las emociones, la espiritualidad, la religión que profesamos y los códigos éticos que nos definen como personas, estaremos dando palos de ciego.
Francisco Prieto Rodríguez, pbro.
Párroco.
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