Jesús y la Magdalena
Hablando con uno de los médicos voluntarios que trabajan en las comunidades del Cenáculo, me comentaba que más que ayudas económicas, que también, para mantenerse estas comunidades de ayuda a personas con adicciones, les era más urgente encontrar sitios para que al finalizar la estancia de recuperación y sanación en estas comunidades, pudiesen reintegrarse a la sociedad.
“Oportunidades para todos”, suelen decir los eslóganes publicitarios, pero a la hora de la verdad, solo son para los más espabilados y correctos según los cánones sociales vigentes de lo que es “bueno” y “normal”.
Reflexionando y rezando por esas personas, que quieren sobrevivir después de haber experimentado el infierno en sus propias vidas a causa de sus circunstancias y adicciones, me venía la imagen de Jesús acogiendo, a pesar de las críticas de los que le rodeaban, a María Magdalena. Le dio una nueva oportunidad, a pesar de su pasado y de la oposición de los que no son capaces de arriesgar ni cambiar sus conceptos.
A esa mujer, una pecadora, mucho se le perdonó, porque mucho amó. Y Dios la convirtió en apóstol de los apóstoles.
Dios no piensa como nosotros, porque es el único que ve el corazón de cada persona. Y nos invita a no juzgar y a no dejar de tender la mano al hermano necesitado en el cuerpo o en el espíritu, una y otra vez. A nosotros nos toca imitar a Jesús; lo que después haga cada uno, no es cosa nuestra. Hagamos el bien y demos nuevas oportunidades siempre; para eso es necesario romper una y otra vez nuestros esquemas mentales que fácilmente se acomodan a los criterios del mundo. Por eso no solo es necesario hacer penitencia por nuestros pecados sino, como nos recuerda el inicio cuaresmal, se nos invita a cambiar de mentalidad.
Iniciamos el mes de noviembre con la solemnidad de Todos los Santos. Diferentes historias, conversiones, épocas, estados sociales, pero todos buscando a Dios en el fondo de su corazón, que es decir también, buscando el sentido de la vida. Muchos de ellos, después de haber experimentado el dolor y la miseria absoluta, encontraron el camino de la salvación y su vida, después del estercolero en el que habían estado, se transformó en una vida de amor a Dios y a los demás.
Que todos los santos, especialmente aquellos que experimentaron la crudeza de la vida y del pecado, intercedan por nosotros para que nuestro corazón no se cierre a acoger a los que buscan una mano tendida para iniciar una nueva vida.
Francisco Prieto Rodríguez, pbro.
Párroco.
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