Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

 

La Resurrección del Señor nos habla de vida eterna con Él y que los limpios de corazón, que miraron de hacer el bien y evitar el mal en su vida cotidiana, vivirán para siempre. Pascua es el tiempo para celebrar a Jesús, el Crucificado, vivo para siempre en la gloria del Padre. El pecado, la muerte, la injusticia, no han podido apagar la luz de su palabra, de su amor y de su misericordia derramada sobre la humanidad. Para todos sin excepción. Es decir, si uno quiere aceptarlo.

 

En el tiempo pascual celebramos la Vida, el Amor, la Esperanza y al mismo tiempo, se nos recuerda que si somos fieles a nuestro Bautismo, tenemos el itinerario marcado para el Cielo. Hay que saber escoger y educar y vivir en la honestidad. Ser honesto no es solo no apropiarse de lo ajeno, sino que es ser consecuente con los compromisos adquiridos laboralmente, afectivamente o religiosamente. Es una manera de vivir y gestionar todo lo que hagamos.

Para hacer mejor y más viable la convivencia social hay que superar individualismos, aunque cada uno es responsable de su buena marcha. No podemos vivir, por tanto, sin unos principios básicos que formen nuestra conducta. 

Los Mandamientos de la Ley de Dios nos recuerdan que nadie es más que el otro y que debo respetar al otro si quiero que se me respete a mí. El puro evangelio nos dice claramente que tratemos a los demás como queremos ser tratados nosotros. 

El tiempo pascual, celebrando la Resurrección del Señor, nos recuerda que en  nuestro bautismo y confirmación, escogimos el camino de la honestidad y de la limpieza de corazón, para con su gracia, ser sal y luz en todas las circunstancias de nuestra vida.

Francisco Prieto Rodríguez, pbro. 

Párroco.

 

Editorial Abril 2023

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