Las tres «C»: Culto, Cultura, Caridad
Así podríamos sintetizar los trabajos de toda acción parroquial. Reunir y alimentar con los sacramentos a los católicos que se agrupan entorno a una parroquia, celebrando sobre todo, la Eucaristía dominical. Establecer los puentes con los que facilitar el conocimiento de la historia de nuestra salvación, con la cultura imperante en la sociedad que la va moldeando según los principios ideológicos que la dominan y orientan. Tender las manos y acoger a los más necesitados, que no suelen salir en los programas de ayudas según protocolos establecidos por los que tienen en su poder esas posibilidades.
El tiempo nos va dando una necesaria perspectiva para situar las cosas, así como en un edificio el paso del tiempo, nos hace ver cuáles son las paredes maestras que lo aguantan y cuáles son los tabiques que se caen.
Precisamente en esta sociedad en la que el catolicismo es una minoría y presiona para imponer unos criterios ideológicos que poco tienen que ver con los criterios evangélicos, la parroquia, como centro del culto de los creyentes, recobra su esplendor e identidad. Es el lugar privilegiado en que se encuentran los que quieren seguir a Jesucristo y se sienten hijos de la Iglesia. Es el ámbito en que la persona se encuentra con Dios y Dios, a través de los signos sensibles de los sacramentos, se encuentra con su pueblo.
Reflexionar y orar por el momento presente en la sociedad y en el mundo, nos lleva a conocer nuestras raíces y cómo la fe se ha ido expresando a través de los siglos. Desde el primer momento del cristianismo, y san Pablo es un buen ejemplo, el reto es ver al Dios vivo, encarnado en Jesucristo su Hijo y presente en todo aquél que le busca con sincero corazón, como anunciaron los profetas y han testimoniado los santos que tenemos como ejemplo e intercesores.
La caridad, la puerta abierta al hermano que está “fuera de juego” en las vías oficiales, nos hace descubrir la imagen de Dios sufriente en su sufrimiento; y tratarlo con la dignidad de hijo de Dios, es la primera cosa que hay que respetar.
Clausuramos con gozo este Año de San Isidro Labrador. Hemos intentado ahondar en estas tres “C” que orientan nuestra actividad pastoral.
Un culto que una labios y corazón con la centralidad del misterio de Dios presente entre nosotros.
Una cultura para formar hombres y mujeres de futuro que, a través de nuestra escuela parroquial es transmitida a casi 900 alumnos, sembrando las semillas de la importancia del saber y del pensar, desde la concepción integral de la persona.
Y una caridad que quiere dejar su impronta en la persona que, sin tener a dónde ir y escuchando muchas veces “que no hay recursos” recibe un trato como persona, respetando su dignidad.
San Isidro Labrador, figura en la cual hemos ido profundizando todo este año, es un buen modelo para el creyente del siglo XXI. Dios por encima de todas las cosas. Vivir en la cultura de su tiempo, sin perder su identidad. Practicar la caridad con los necesitados de cada día que tenía a su alrededor.
Alabado sea Jesucristo, ahora y por siempre, por todo lo que nos ha concedido en este Año de San Isidro Labrador y por los caminos abiertos para seguir intentando vivir como sal y luz en medio de nuestra diversa y compleja sociedad.
Francisco Prieto Rodríguez, pbro.
Párroco.
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